Cuando pensamos o leemos para nosotros, nadie nos oye. Sin embargo, el cerebro continúa enviando señales a nuestra lengua y cuerdas vocales, señales que pueden ser detectadas y traducidas en un ordenador, y finalmente convertidas en sonidos audibles. Este interesante avance ha sido alcanzado por especialistas del Ames Research Center, que creen tendrá múltiples aplicaciones.
El método seguido consiste en capturar las señales nerviosas que el cerebro envía a la garganta para controlar el habla, sea ésta audible o no. Durante los primeros experimentos, los científicos han utilizado sensores con aspecto de botón, adheridos bajo la barbilla y a ambos lados de la “nuez”. Estos sensores recogen las señales nerviosas que llegan a la zona y las envían a un procesador. El ordenador se ocupa de traducirlas en palabras.
El sistema podría emplearse en el futuro en el interior de los trajes espaciales, donde los astronautas ahora deben emplear micrófonos para comunicarse con el exterior, o en zonas muy ruidosas, como una torre de aeropuerto, para capturar las esenciales órdenes de los controladores aéreos. También podría usarse junto a programas tradicionales de reconocimiento de voz, para incrementar la precisión de los resultados.
Las investigaciones se están realizando en el Ames Research Center, bajo la dirección de Chuck Jorgensen. Su equipo intenta aprovechar el hecho de que se produzcan señales biológicas cuando leemos o pensamos para nosotros mismos, con o sin movimientos de labios o faciales.
Los primeros experimentos son modestos. Se ha “entrenado” a un programa para que reconozca seis palabras (stop, go, left, right, alpha, omega) y 10 dígitos (
Una próxima demostración consistirá en controlar un dispositivo mecánico con un grupo sencillo de órdenes. La gente que se encuentra en ambientes ruidosos podría aprovechar esta capacidad, cuando un trabajo requiere silencio y tranquilidad, sobre todo si es de precisión.
Un astronauta debilitado por la falta de gravedad o herido podría guiar a su nave durante un peligroso aterrizaje, sin tener que utilizar sus músculos. Y por supuesto, las personas con discapacidades podrían encontrar múltiples aplicaciones para este método.
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