domingo, 23 de noviembre de 2008

La Soledad produce frio

La soledad produce frío
Nuestra percepción de la temperatura cambia según el estado de ánimo

Expresiones como “calor humano”, “frialdad” o “quedarse helado” son más que simples metáforas o modos de hablar.

Científicos canadienses han demostrado que tienen base real. Según explica la Association for Psychological Science en un comunicado, el estudio realizado por la Universidad de Toronto relacionaría el frío con los sentimientos de aislamiento social.
Los psicólogos Chen-Bo Zhong, y Geoffrey Leonardelli, de la Rotman School of Management de la Universidad de Toronto, en Canadá, han demostrado la existencia de una correspondencia real entre el aislamiento social y el sentimiento de soledad, y por otro lado, la percepción de una bajada de temperatura del ambiente que nos rodea. También han demostrado que, ante la soledad tendemos a preferir algo caliente. Además este estudio puede ayudar a explicar el llamado “desorden afectivo estacional” que produce depresión y desgana a la entrada del otoño.
Para probar esta relación, los dos psicólogos dividieron a un grupo de voluntarios en dos subgrupos. A los componentes de uno de éstos se les pidió que recordaran una experiencia personal en la que se hubiesen sentido socialmente excluidos como, por ejemplo, la expulsión de un lugar público. De esta forma intentaron producir en ellos sentimientos de aislamiento y soledad. A los participantes del segundo grupo se les pidió que recordaran experiencias en las que se hubieran sentido aceptados.
Posteriormente pidieron a los dos grupos que hicieran una estimación de la temperatura que, según ellos hacía en la sala en que se encontraban. Aquellas personas que estuvieron pensando en experiencias de aislamiento social fueron las mismas que señalaron sentir más frío en la sala, llegando a haber una variación en las valoraciones entre los 12 y los 40ºC. Es decir, que el simple recuerdo de una experiencia de exclusión social realmente les provocó la sensación de que la temperatura ambiente era más fría frente al resto de los participantes que se habían sentido integrados.
En un segundo experimento, provocaron estos sentimientos de exclusión a través de un juego de ordenador, diseñado para que a algunos de los jugadores se les tirase muchas veces una pelota en pantalla, mientras que a los otros no se les tiraba la pelota y quedaban fuera del juego.
Después, se les pidió a los participantes que expresaran lo que en aquellos momentos les apetecería beber o comer; de nuevo los resultados sorprendieron a los investigadores, pues los jugadores “marginados” tendieron mucho más a preferir una sopa o un café calientes que el resto de los jugadores, lo podría deberse al sentimiento psicológico de frío provocado por el haber sido aislados en el juego.
Los científicos señalan que con estos experimentos se abre una nueva vía de exploración acerca de la relación entre nuestra psique y nuestra percepción del ambiente, y que se podría vincular a ciertos desórdenes mentales asociados al clima, como el desorden afectivo estacional (SAD), trastorno que suele aparecer al comienzo del otoño o del invierno y entre cuyos síntomas se incluye depresión, falta de energía, disminución del interés o aumento del apetito y, como consecuencia, también del peso- y que hasta ahora se creía que se producía exclusivamente por la disminución de la luz solar en los meses más fríos.
El presente estudio indicaría que, además, las bajas temperaturas también contribuirían a la aparición de sentimientos de tristeza y de aislamiento. Quedaría por comprobar, por último, si también está relacionado con los altos índices de suicidio en los países nórdicos, y así mismo, con la “fuga” o “migración estacional” de los habitantes del norte a los países más luminosos y calurosos del Sur, además de algunos elementos asociados tradicionalmente a las culturas “mediterráneas” como la tendencia (tristemente cada vez menor en nuestras grandes ciudades) a establecer relaciones familiares y sociales extensas y frecuentes, y la imagen de alegría, de gusto por la vida, que hacen a esta parte del mundo más atractiva para los foráneos. Sólo habría que volver a redescubrir este modo de vida y fomentarlo, combatiendo de esta forma el cada vez más extendido individualismo y la soledad con el “calor humano”.

Cristina Díaz

miércoles, 19 de noviembre de 2008

En el día mundial de la filosofía proclamado por UNESCO


Desde el año 2002, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura) ha establecido que el tercer jueves de noviembre de cada año se celebre el Día mundial de la Filosofía, promoviendo en todo el mundo el interés por una actividad que históricamente se encuentra en el núcleo de todos los avances civilizatorios de la Humanidad.
Sirva este power point como una humilde contribución en la celebración de este día. 
El Hilo de Ariadna es símbolo del lazo que une las cosas, aquello que vincula nuestro pasado con el presente, al Hombre Exterior con el Hombre Interior, a lo Eterno con lo Pasajero. Es la riqueza de la Sabiduría

domingo, 2 de noviembre de 2008

El Darwinismo en crisis: la tercera vía


Una “tercera vía” está surgiendo en el ámbito del conocimiento de la evolución biológica que habla de reconocer que la Naturaleza está constituida de modo inteligente...

Hablar de la crisis del darwinismo no es tanto propósito de intenciones como el enunciado del último capítulo que ha comenzado a 

escribirse en el conocimiento científico de la vida. No es el conjunto de aspiraciones de un puñado de fanáticos creacionistas, sino la dirección que están tomando los últimos avances en el estudio del genoma, por no citar también la embriología y la microbiología. Todo apunta a la necesidad de una profunda revisión de lo que se tenía por válido en la explicación de la evolución de la vida.

La importancia de todo esto no se limita tan sólo a un aspecto meramente academicista o minoritario del conocimiento, sino que sus consecuencias son directas para el modelo de sociedad que nos hemos dado.

La propia teoría tuvo desde sus inicios una acusada reciprocidad con las características socio-económicas de la Europa del siglo XIX.

Efectivamente, Darwin formula su teoría en plena época victoriana, con su rigidez social, la supremacía de los imperios coloniales y de la burguesía capitalista, y la concepción de razas y clases superiores e inferiores. Malthus teoriza acerca del crecimiento demográfico, la demanda de recursos y la necesidad de impedir el apoyo a las clases pobres para limitar su expansión. El concepto de "lucha por la supervivencia" comienza a prevalecer. Son también los momentos de las teorías económicas de Adam Smith, que preconiza el libre mercado y la libre competencia.

Desde el punto de vista científico ya se estaba estudiando la evolución desde hace décadas, tanto por autores franceses (Lamark, Diderot) como ingleses. Más de treinta naturalistas anteriores a Darwin ya hablaban de evolución, incluso especulaban acerca de la selección natural. Frente a Darwin no sólo estaba el creacionismo, sino también un conjunto de teorías científicas de semejante peso y calado.

Desde el punto de vista personal, Darwin es un clérigo anglicano sin una formación académica, pero con una situación económica acomodada y una gran capacidad de trabajo, que le permiten dedicarse al estudio especulativo.

En realidad, Darwin no expone ideas nuevas, puesto que ya eran conocidas antes. El éxito de las teorías de Darwin se debe a la sencillez de su idea de selección natural de los más aptos como forma de evolución, y a que sabe promocionarse muy bien, por encima de sus "competidores". La propia idea de la selección natural también fue promovida por un gran zoólogo amigo suyo, Wallace, que sin embargo no creía que dicho mecanismo fuese suficiente para explicar la aparición del hombre. Por último, la gran acogida y divulgación de estas ideas se debe también a que suponen un espaldarazo científico al incipiente capitalismo y sistema de mercado libre, en el que la competencia, la eliminación de los débiles y la supremacía de los mejores y más fuertes encuentran justificación en una teoría que defiende eso mismo como forma de organización de la Naturaleza.

Tras varias décadas de crisis, los avances de otras ramas de los estudios naturales como la Biometría, la Ecología y fundamentalmente la Genética renuevan el impulso del darwinismo. Se lanza la teoría cromosómica, mediante la cual se expone que cada carácter está regido por un gen, situado en los cromosomas que se transmiten de generación en generación. Se desarrolla rápidamente la Genética de Poblaciones, con elaborados desarrollos matemáticos que permiten predecir cómo se difunden entre los conjuntos de individuos las variaciones nuevas.

Todo parece encajar y se crea la llamada teoría sintética de la evolución (o neodarwinismo), mediante la cual la evolución de los seres vivos se realiza de forma gradual por medio de la selección natural sobre las pequeñas mutaciones genéticas producidas al azar. Este mecanismo sirve tanto para los pequeños cambios entre especies o subespecies, como para la creación de grandes grupos. Todo se basa en la acumulación de pequeñas variaciones surgidas al azar y seleccionadas por el entorno si se adaptan mejor a él.

Desde el punto de vista social, el buen acogimiento con que se reciben las ideas de Darwin entre la burguesía industrial, se transforma en pocas décadas en toda una ideología social. Así surge el darwinismo social, mediante el cual se justificaron políticas tremendamente injustas. Comienza a difundirse la eugenesia, es decir, la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana. Se aprobaron y desarrollaron leyes, en Estados Unidos y Alemania, que propiciaron la esterilización de cientos de miles de personas para impedir la proliferación de "rasgos inferiores" supuestamente asociados a la herencia. El darwinismo sirvió de justificante a los regímenes racistas de la primera mitad del siglo XX. En honor a la verdad hay que decir que todas las aberraciones que se cometieron como una mala consecuencia del darwinismo, han sido denunciadas y superadas por la propia clase científica. Pero todavía quedó el poso de la "supervivencia del más fuerte".

Mediante el darwinismo se ha llegado también a explicar el comportamiento como fruto de la selección natural. Así, la competencia es la aptitud natural, y el altruismo sólo se concibe porque en un momento determinado fue útil. La sociedad competitiva acabó predominando frente a la sociedad cooperativa, que propugnaban ideólogos de las diversas revoluciones decimonónicas. Kropotkin, aristócrata y anarquista ruso, por ejemplo llegó a defender que en realidad la selección natural favorecía la ayuda mutua frente a la competitividad. Pero no fue seguido.

¿Cuál es la situación ahora? De desmoronamiento del viejo paradigma.

Frente al darwinismo nunca ha dejado de haber objeciones. Las más perseverantes y sólidas han sido las relativas al gradualismo (no se encuentran eslabones perdidos en el registro fósil), las mutaciones al azar y la capacidad de la selección natural para producir el aislamiento reproductor que hace falta para producir una nueva especie a partir de otra. Teniendo en cuenta estas variables, Stephen J. Gould plantea ocho perspectivas de la evolución, es decir, ocho posibles combinaciones teniendo en cuenta el modo de cambio (debida al medio ambiente o a factores internos), la dirección (al azar o finalista) y el tiempo (gradual o a saltos). Llegó a formular una teoría (la llamada de los "equilibrios puntuados" o puntuacionista) opuesta al darwinismo en algunos planteamientos, aunque admite la selección natural como motor principal.

Tras la segunda mitad del siglo XX surgen teorías que cuestionan algunos de los postulados del neodarwinismo. Pero las objeciones más fuertes provienen de manos de filósofos de la ciencia y del avance de materias como la Genética, la Embriología y la Bioquímica.

Karl Popper, uno de los más prestigiosos filósofos de la ciencia del siglo XX sostuvo que el darwinismo tiene un carácter tautológico ("los que sobreviven son los más aptos" es un pensamiento circular), y por tanto, como toda teoría tautológica, tiene un poder explicativo prácticamente nulo. No es posible contrastar las hipótesis y no es una verdadera teoría científica. Para que llegase a serlo (con posibilidad de contrastar falsadores, es decir, conocer e identificar lo falso) tendría que reformularse de nuevo. Para ello, Popper sugirió una serie de cambios que obligarían a admitir que la selección natural no siempre sería el motor de la evolución, puesto que los seres manifiestan también voluntad de acomodar el entorno a sus necesidades.

Lynn Margulis, destacada microbióloga, ha llegado a postular, tras sus trabajos con bacterias y otros organismos unicelulares, que los mayores niveles de complicación en la organización celular se deben a procesos de simbiosis, y que esta integración de los contenidos genéticos de una especie en otra es el principal motor de la evolución, independiente de la selección natural.

Los avances en genómica han supuesto una auténtica revolución. Hoy sabemos que los caracteres no están controlados sólo por genes. No es cierto lo de "un gen, un carácter". Por lo tanto, la alteración de la frecuencia génica no es la "materia prima" sobre la que trabaja la selección natural. Los genes están controlados por otros genes y por varios niveles de regulación. Influye también la célula en la que se encuentre el gen, el momento de desarrollo y determinadas condiciones ambientales del interior celular. Existen genes móviles denominados transposones, que se trasladan de unas partes a otras del genoma, y largas cadenas aparentemente inertes, llamadas intrones. Incluso se han identificado múltiples secuencias de ADN bacteriano (muchas más de doscientas en el genoma humano) y retrovirus insertos en los cromosomas, responsables de la codificación de proteínas. Además, se han descubierto los llamados genes Hox, que controlan el desarrollo morfológico en la embriogénesis, y que se encuentran en todos los grandes grupos.

En definitiva, parece que la genética, que a principios del siglo XX dio aire al neodarwinismo al proporcionar la "materia prima" para que opere la selección natural, avanza en el sentido contrario: podrían darse cambios en los caracteres del individuo sin que intervenga la selección natural, sino procesos estrictamente internos.

Otro de los grandes puntos débiles que se está encontrando en la teoría sintética de la evolución es con respecto a su falta de correspondencia con principios de la física moderna. D'Arcy Thompson puso de relieve cómo muchos aspectos del crecimiento y de la forma de los seres vivos se deben exclusivamente al cumplimiento de leyes físicas. Por otro lado, según se está demostrando con las investigaciones sobre los sistemas complejos, estos tienden al orden de manera natural, por una suerte de leyes innatas del sistema. Las consecuencias en biología son evidentes, tanto en el origen de los primeros agregados biológicos como en la organización de los sistemas biológicos. Biólogos como Kauffman están estudiando cómo los ecosistemas y los organismos son sistemas complejos y se ordenan de forman natural. En ambos casos, independientemente de la selección natural.

El asunto del azar también es discutido a la luz de la Física. Los procesos vitales se comportan de manera cuántica; es decir, se van autoorganizando en niveles superiores que sólo tienen sentido teniendo en cuenta los inferiores. Ejemplos: La formación de células eucariotas partiendo de bacterias, la formación de tejidos desde células, etc. Todo esto plantea una dirección (ausencia de azar). También están las nociones finalistas derivadas de la física relativista: el tiempo es una dimensión extendida, como el espacio. Los hechos actuales dependen del tiempo pasado y del tiempo futuro. Por lo tanto, la evolución de los seres vivos no es un proceso azaroso.

Actualmente se habla de la evolución a dos niveles: macroevolución, o formación de los grandes grupos de seres vivos, y microevolución, o pequeñas adaptaciones específicas a determinadas variaciones ambientales. Se está postulando que en el seno de cada uno de los Filum (divisiones de los seres vivos en grandes grupos: artrópodos, gusanos, cordados, etc.) puede existir una especie de programa interno de macroevolución, de tal manera que éstos se irían desarrollando a lo largo del tiempo de acuerdo con este programa interno, independientemente de la selección natural.

Por último, como parte de estas breves menciones de planteamientos alternativos al darwinismo (no están todos, ni mucho menos), no puede dejarse de lado el resurgimiento de la teoría de los caracteres adquiridos del biólogo francés Lamarck, principal oponente de Darwin. Estudios recientes en inmunología ante enfermedades y en la resistencia a los plaguicidas por parte de plagas están haciendo desempolvar esta teoría, mediante la cual los caracteres se van adquiriendo mediante el uso.

Lo cierto es que está surgiendo una "tercera vía" poderosa en el ámbito del conocimiento de la evolución biológica. Los darwinistas ortodoxos siguen planteando el discurso en términos de neodarwinismo o creacionismo (que dicho sea de paso, también está renaciendo sorprendentemente: los que siguen al pie de la letra los primeros versículos del Génesis crecen como la espuma). Pero la realidad va por otros derroteros y ya se habla de reconocer que la Naturaleza está construida de modo inteligente sin necesidad de recurrir al creacionismo forzoso.

Honestamente, no creo que estemos frente al fin del darwinismo como teoría científica, la cual tiene aspectos plausibles a determinadas escalas de la ecología de poblaciones. Sin embargo, ya no puede seguir estableciéndose la idea de que la evolución de los seres vivos, como concepto, es sinónimo de darwinismo, neodarwinismo o teoría sintética de la evolución.

Tomando los conceptos desarrollados por Kuhn, otro filósofo de la ciencia, el viejo paradigma que acoge al neodarwinismo queda obsoleto y hay que cambiarlo por un nuevo paradigma: una nueva revolución científica.

En el fondo, todo el debate se centra entre la concepción de un mundo materialista y la concepción de un mundo no exclusivamente materialista.

Manuel J. Ruiz