jueves, 3 de abril de 2008

Aún quedan jóvenes audaces


Vivimos en un mundo artificial en el que se ha impuesto la prisa: ya no es sólo el “fast –food”, sino incluso las relaciones humanas, con los chats, o los “speed dating” que se han puesto de moda en EEUU, donde te dan solo 7 minutos para iniciar una relación (o no); incluso el conocimiento no puede escapar de esta plaga, con las librerías inundadas de manuales para obtener la Sabiduría en dos semanas.
Tanta prisa, en realidad, esconde un pánico, pánico a tener tiempo para estar con nosotros mismos, o con otra persona. Y ese pánico es el mismo que nos hace rehuir las responsabilidades y refugiarnos en un individualismo egoísta, mientras por otro lado evitamos el tener que enfrentarnos a las dificultades, a los problemas, al sufrimiento. Tampoco es que haya que ir en busca de problemas, o mortificarnos gratuitamente. Lo que no debemos es esconder la cabeza, y escapar continuamente, escapar hacia delante.
Lo que realmente nos ocurre es que estamos aburguesados (y hamburguesados): nos sentamos delante de una pantalla tragando todo lo que nos echan, dejando que nos muestren del mundo sólo esa parte que quieren que veamos, y que nosotros tomamos por realidad.
Nos hemos (y nos han) hamburguesado, nos matan nuestra natural rebeldía. Nuestra energía la empleamos en divertirnos (es decir, encerrarnos en una caja llena de luces y música atronadora, o pasar el rato bebiendo); en eso y en comprar cosas, rodearnos de cosas, y de ruido, con el móvil pegado a la oreja, cosas que nos impidan volvernos hacia dentro, hacia lo que realmente somos y lo que podamos llegar a ser, porque nos da miedo. Nos da miedo romper con los esquemas que nos imponen los que gobiernan la Caverna, que no siempre son los que salen por TV; y que intentan que no se les vaya la gente, que sigamos encadenados, mirando las sombras de la pared y discutiendo, protestando o aprobando, dócilmente, por todo lo que se nos proyecta. En vez de mirar atrás, buscar de dónde salen esas sombras. Mucha gente intuye que hay algo más, pero no se atreve a dar ese paso, les da vértigo, porque hay un vacío, porque no encuentran dónde agarrarse, algún asidero. Por lo tanto giran la cabeza y se conforman con lo que hay delante, y aunque sigan sintiendo ese vacío interior, prefieren llenarlo con múltiples cosas, que no les llenan en absoluto.
Pero quedan todavía un puñado de valientes capaces de enfrentar ese vacío; aún queda gente audaz que logra enfrentar el vértigo y vislumbrar apenas lo que hay detrás, intuyendo la salida, un puñado que no se cree las mentiras que les cuentan unos y otros, jóvenes, de todas las edades, jóvenes de espíritu, jóvenes audaces.

Cristina Diaz
Nueva Acropolis Malaga

1 comentario:

Unknown dijo...

Mi reflexión también es que hay un conformismo generalizado ante todo.

Esta sociedad que cada vez te lo da todo más cercano y en la mano para utilizar, hace que perdamos la valiosa costumbre de mirar a nuestro interior y darnos cuenta que en nuestro ser esconde mucho más de lo que se nos muestra en la superficie.

Así nos estamos perdiendo muchas cosas que nuestros ojos no ven porque están ciegos y acomodados a vivir así: a lo que nos dan y a un poquito más.

¿Qué es tener experiencias?: meterte en un sitio con luces y oir música escandalosa?? ,criticar a una persona?? ,el trabajo ser tan importante?? ... ...

Lo que vale y lo bonito de la vida y que te hace sentir amor por dentro y felicidad son las pequeñas cosas como una compañía de un amigo, tener una bonita amistad, poder charlar con una persona y estar agusto comunicarte y compartir, disfrutar haciendo las cosas que te gustan,...

Pero todo esto es profundizar, comprometerte un poco más en tu vida, no conformarte sólo con la superficie que te dan, enriquecer tu vida;

y esto si que son las verdaderas experiencias que hacen que tu persona se llene de la vida y estes agusto.

Huir, es sólo huir de tí.

y no enfrentarte.
pero te pierdes tantas cosas...

Un saludo.

laura