domingo, 14 de febrero de 2010

La rebeldía interior


La Historia de la Humanidad está llena de almas rebeldes que nos asombran por su heroísmo, por su valor y por su capacidad de romper moldes establecidos y abrir las fronteras de la ciencia, del arte, del pensamiento y de la vida.

Todos los pioneros han sido rebeldes, desde el primer artista que decoró las cuevas de Altamira a inventores como Thomas A. Edison, desde maestros de la pintura como Giotto a científicos como Einstein, todos han ido más allá de lo establecido por su momento y por su comunidad, han ido más allá de los límites que cada tiempo impone y han movido las páginas del gran libro de la Historia.

De la observación de la Naturaleza se desprende que la rebeldía es algo útil para la vida. Un árbol, por ejemplo, cuando está en la semilla, no se ve, porque el instinto de protección no le deja desarrollarse, lo aprisiona en esa "cárcel" porque ahí está seguro. Si del interior de la semilla no surge la necesidad de crecer, de dejar atrás la comodidad, el árbol potencial puede quedar encarcelado durante siglos, pero como hay una fuerza -la búsqueda de su propia realización como roble-, que comienza a empujar hacia fuera, hacia arriba, hacia el sol, la prisión es transmutada en libertad de expresión. La especial rebeldía del roble le conduce a su propia realización.

De ahí que la auténtica rebeldía se encuentra dentro de nosotros y la podemos relacionar con una serie de actitudes que nacen de nuestro yo profundo, del yo más desconocido y que, sin embargo, tiene la fuerza de llevarnos hacia delante incluso cuando las circunstancias no son favorables. No hay que confundirla con aquellos que se visten de rebeldes sin serlo, para ocultar el vacío interior, para que no se vea que no poseen esa fuerza interior, para ser aceptados en algunos círculos de amigos o porque está de moda.

La rebeldía no es algo exclusivo de nuestra época, donde se da la manipulación de los grandes medios de comunicación, sino que a lo largo de la Historia hallamos muchos ejemplos. Uno de ellos es Platón, aristócrata, excelente escritor de tragedias y vencedor en algunas pruebas de las Olimpíadas. Cuando todo el mundo en su familia y su entorno esperaban que se dedicara a perseguir la fama y los honores, a hacer carrera en la política, tras conocer a Sócrates decide dejar todo lo que estaba haciendo y dedicarse a la Filosofía como modo de vida.

El rebelde rechaza decididamente ser masa, pues no puede perder la propia personalidad diluida en "lo que todos quieren", no puede perder la propia individualidad sacrificada al "qué dirán" de los que viven como rebaño, donde todo es igual, donde todos piensan lo mismo, donde todos van a comprar lo mismo en los mismos lugares. Y cuando todos piensan lo mismo y hacen lo mismo, nace la indiferencia, se pierden los valores humanos, se mata sin piedad, se explota sin límites. Hoy nos hablan de las bondades del “pensamiento único”, y ¿no será una consecuencia más del rebaño en el que nos quieren meter? Perdemos así silenciosamente la capacidad de admirar a los que son diferentes, porque no hay nadie diferente y mejor, no existen los héroes, los maestros de la vida, todo es chato, todo es tristemente gris y monótono, sin matices que coloreen la vida.

¿Puede el alma rebelde permanecer indiferente al estado del mundo?

La situación mundial grita la necesidad de una renovación profunda y cuando todo un ser está enfermo no podemos curar sólo un órgano. No se puede cambiar por partes. No se puede cambiar solamente un sistema político, un sistema económico, un sistema religioso, social, artístico, científico, cuando todo está en crisis profunda ¡Hace falta cambiarlo todo! Cambiarlo todo, no destruirlo todo. No es eficaz destruir, el último siglo ha conocido demasiadas revoluciones que han usado las armas y no han conseguido nada estable y duradero.

Hace falta construir algo realmente alternativo, un mundo nuevo y mejor. Para ello, hace falta un hombre nuevo, un hombre que sea capaz de vencer sus egoísmos, un hombre que sea capaz de construir sin descanso, de trabajar y de ver el fruto de su trabajo, un hombre que pueda investigar las antiguas tradiciones esotéricas y los más modernos descubrimientos de la ciencia, un hombre que tenga derecho y fe, un hombre que pueda andar en estos caminos ascendentes que van hacia el horizonte. Hace falta empezar a construir desde lo pequeño, desde el hombre, para que con el tiempo se vaya llegando a lo grande en la medida que cada vez se sumen más rebeldes dispuestos a mejorarse a sí mismos.

Francisco Capacete
(adaptación)

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